Día 3
Fryda
Estaba en mi cama intentando mirar el cielo, pero solo me encontré el torreón de romance en sepia.
Pensaba en mi hombre y añoraba verle ahí parado, le llame con el pensamiento y apareció.
Mi ojo verde se aguzo y le dejó a la vista, l alcance, hice algunas señas y por supuesto siguiendo el modus operandi, procedí a bajar el puente, mientras que el descendía también por el suyo.
Nos acercamos y nos juntamos en el medio.
Yo le invite a mi cama que esta mañana estaba muy tibia y aun con ese dulce aroma de nuestra última vez juntos.
Nos metimos entre las sabanas y le di la espalda solo para que el se pegara muy junto a mí. Mientras me susurraba y respiraba en el oído, me recorrió con sus manos tibias.
Yo me di vuelta y le acaricie su cabello rizado, que últimamente había dejado crecer mucho, de el salieron muchos pensamientos perversos que fui atrapando y tragándomelos uno a uno.
Nos besamos dulcemente, nos extrañábamos, comenzamos a hacer el amor.A veces me gusta gritarle “Te amo”, pero esta vez no lo hice.
Mientras éramos uno, sonó su teléfono, en la pantalla decía: “cajita feliz”…
No quería contestar, pero le alenté a hacerlo y mientras el intentaba sonar normal, yo le provocaba un poco más mordiéndole la oreja y susurrándole en voz muy baja: sshhhhhhhh, sshhhhhhhhh!, yo no existo!
Mi ojo verde estaba abierto por completo mientras mi azul se cerraba, entonces el se puso sobre mi y mientras que con una mano sostenía el teléfono, con la otra acariciaba mis pechos yo le retenía con mis piernas.
Entonces, con uno de sus dedos, comenzó a escribir con su uña en mi piel, de la sangre emergió un poema que le recitaba a ella a través del teléfono.
Comenzó a reír mientras yo le susurraba las cosas lindas que le debía decir.
El tapaba el micrófono y también se reía, mientras planificaba y me indicaba que debía enfrentar todo eso y como debía mirar por la ventana, hacia aquel tórrido romance.
Cuando colgó, terminamos de hacer el amor y reímos como unos niños que han hecho maldades.
Me dijo: “sabes que debo ir con ella primero”,
Yo les respondí, “si, lo se”.
Luego repitió “debo ir”, “deberé hablarle de ti y reírnos ambos un poco”.
Yo le dije: “recuerda que yo no existo”
Le sonreí, me sonrío, nos besamos y el se fue.
Yo levante mi puente y me volví a acostar.
Me dolía todo el cuerpo, mi columna quedo fracturada por las letras de aquel poema en mi piel… pesaban muchísimo.
Debí de haberlo previsto, hoy soy más incongruente que nunca y amanecí con las cejas mas tupidas.
Fryda
Estaba en mi cama intentando mirar el cielo, pero solo me encontré el torreón de romance en sepia.
Pensaba en mi hombre y añoraba verle ahí parado, le llame con el pensamiento y apareció.
Mi ojo verde se aguzo y le dejó a la vista, l alcance, hice algunas señas y por supuesto siguiendo el modus operandi, procedí a bajar el puente, mientras que el descendía también por el suyo.
Nos acercamos y nos juntamos en el medio.
Yo le invite a mi cama que esta mañana estaba muy tibia y aun con ese dulce aroma de nuestra última vez juntos.
Nos metimos entre las sabanas y le di la espalda solo para que el se pegara muy junto a mí. Mientras me susurraba y respiraba en el oído, me recorrió con sus manos tibias.
Yo me di vuelta y le acaricie su cabello rizado, que últimamente había dejado crecer mucho, de el salieron muchos pensamientos perversos que fui atrapando y tragándomelos uno a uno.
Nos besamos dulcemente, nos extrañábamos, comenzamos a hacer el amor.A veces me gusta gritarle “Te amo”, pero esta vez no lo hice.
Mientras éramos uno, sonó su teléfono, en la pantalla decía: “cajita feliz”…
No quería contestar, pero le alenté a hacerlo y mientras el intentaba sonar normal, yo le provocaba un poco más mordiéndole la oreja y susurrándole en voz muy baja: sshhhhhhhh, sshhhhhhhhh!, yo no existo!
Mi ojo verde estaba abierto por completo mientras mi azul se cerraba, entonces el se puso sobre mi y mientras que con una mano sostenía el teléfono, con la otra acariciaba mis pechos yo le retenía con mis piernas.
Entonces, con uno de sus dedos, comenzó a escribir con su uña en mi piel, de la sangre emergió un poema que le recitaba a ella a través del teléfono.
Comenzó a reír mientras yo le susurraba las cosas lindas que le debía decir.
El tapaba el micrófono y también se reía, mientras planificaba y me indicaba que debía enfrentar todo eso y como debía mirar por la ventana, hacia aquel tórrido romance.
Cuando colgó, terminamos de hacer el amor y reímos como unos niños que han hecho maldades.
Me dijo: “sabes que debo ir con ella primero”,
Yo les respondí, “si, lo se”.
Luego repitió “debo ir”, “deberé hablarle de ti y reírnos ambos un poco”.
Yo le dije: “recuerda que yo no existo”
Le sonreí, me sonrío, nos besamos y el se fue.
Yo levante mi puente y me volví a acostar.
Me dolía todo el cuerpo, mi columna quedo fracturada por las letras de aquel poema en mi piel… pesaban muchísimo.
Debí de haberlo previsto, hoy soy más incongruente que nunca y amanecí con las cejas mas tupidas.
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