jueves, 1 de noviembre de 2007

Puros Cuentos Cap1




Prefacio
In My Bed


Si, muy bien, lo admito, soy huésped de este gran mundo y solo a veces, cuando observo por la mirilla de la puerta con mi ojo azul, vivo placida, mientras que, cuando presto atención hacia fuera con el verde, no quito ojo a los personajes de mi novela.
Observo y ahí esta mi mujer, un centauro bipolar, con las patas en un lodazal, mezcla entre Artemisa - prostituta y una parte principal, más humana. Un torso desnudo que se eleva entre nubes de la que es real inspiración, ella misma.
También esta la otra.
La otra, que es cajita feliz de MacDonald… ella.
No se por que también escribo de ella. Será por su jocunda vulgaridad, su desparpajo y su ilimitada libertad, sin libertad.
También, por el desorden y la exageración de su fantasía y por el intelectualismo que subyacen a su perfil populachero de juergas, entre cervezas, uno que otro porro y que no tienen nada que ver con su ineptitud torrencial, ni su gusto por la música negra.
Sin embargo, quien debiese ser el personaje principal de esta película, es la solitaria y retraída, una que necesite siempre como telón de fondo, una colectividad para ser creíble y convincente. O mejor aun, a este personaje cambiémosle por un yo, pero con pene.
La solitaria mujercita que se rodea de galanes que le dan algo de vida a su alicaída existencia. Existe para preguntar por vidas ajenas, llegando a sus oídos diminutos episodios intrascendentes del trabajo o la vida casera.
A veces alguno que otro de sus personajillos escribe y es en este momento cuando, el “vulgo” analfabeto mira, hipnotizado, las gestas de amantes y jóvenes ignorados, contadas en los mercados y en las plazas. Eso me causa mucha risa.
Y podríamos agregar a estos ingredientes, la soledad, transformada en esa realidad vuelta ficción por las artes mágicas de una gran mentirosa de la vida, la embustera que aun conserva su cordón umbilical unido a una madre dominante, que le mantiene castrado el seso.
La cajita feliz, de doble pechuga de pollo, al parecer es la más feliz, pues ni se da cuenta de esto y de nada. Mientras la que importa, ella, mi centauro, se desliza hacia su ruina, humana, enterrando cada día más sus patitas en lagunas sin emoción.
La perfidia le corroe y se da cuenta, mas no le importa experimentar.
Mi ojo azul se va destiñendo, le derriten los solventes de una obra hecha al oleo a medio terminar.
De vez en cuando, solo de cuando en vez le dije podríamos escribir… y nuevamente me tiento a pintar con aquel ojo verde y con la destreza del azul, pero me falta inspiración.
Quisiera tenderme en la cama, mirar hacia el techo y que mis sentidos no se peleen.

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