sábado, 13 de junio de 2009

s/c...




Tú eres quien debería
escribirnos los textos,
sin levantar
ese dedito de al medio,
tú,
la que tiene los pantalones
bien puestos
y congestiona nuestra aorta
a la altura del pescuezo,
mientras regurgitas
nuestras
prístinas piltrafas y
temblores,
esos llantos y clamores,
de profundis,
donde ya no queda
farmacopea que aguante

tú, que estás harto
más preparada
que el promedio,
tú que me comprendes,
hasta el más mínimo
detalle,
tú que te desluces y reluces,
o te nos apareces,
toda prístina y purísima
iluminaria,
como un destello perfecto
de la virgencita del Carmen

tú que acobardas generales
y mediocres estafetas,
con tus
dulcísimas prédicas,
mi ignorada,
mi prurito, mi destierro,
mi laguna del desierto enarbolada
mi súbito embellecimiento
de la especie,
toda única, toda grande, toda nuestra,
la que tiene este sartén
por su talón de Aquiles,
la que irradia luces
estratosféricas como un ovni

la que no nos miente, ni engaña,
o nos saca a la madre, a tientas,
o engulle,
o perdona nuestras faltas,
esas metidas de pata,
como agaches de porfiadas
avestruces

ella, la quimérica platónica,
la desafectada,
OH madre de todas las batallas
pendientes,
con sus redes de pesca, la vianda
primigenia de este labrador
tal vez,
demasiado humirde

ella, la que aturde,
la que engancha y me sacude,
c/ su turbina ingrávida,
puro empuje,
apuesta al traje
y a la dueña de casa,
al pie de la cazuela
y a mi cucharón de mimbre,
mi ventana abierta y mi frazada,
la alivianadora de la psiquis
de la tooooda humanidad,
la alerta, la vigilante, la power

la que gira
y nos encuadra,
con el lápiz y la herramienta,
tras la oreja
predilecta de Dios,
toda pequeña,
con los brazos carpinteros
y metalúrgicos de sí misma,
abrazándonos liviana
al pie del cañón,
puro lanzándonos flores

ella.


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