martes, 18 de marzo de 2008

Amor, Enamoramiento, Feniletilamina, Dopamina, Mi Dosis de Narcoticos...


Las nuevas teorías sobre la neuroquímica establecen que el motor del amor es el cerebro, que su combustible está en el hipotálamo y que el amor es una actividad muy compleja realizada por este motor.
Cuando nos enamoramos, muchas cosas ocurren en nuestro cerebro.
Lo primero, es que produce y dispara una sustancia que lo hace “oficial”, entonces, el verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas.
Al inundarse el cerebro de Feniletilamina, se promueve la producción y la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer). Una vez que estas dos están en plena actividad, provocan que se nos acelere el pulso, nos salte el corazón y aparezcan mariposas en el estómago.
Posteriormente comienza la producción de norepinefrina, que nos hace sentir los síntomas del amor en pleno: la ansiedad, la falta de apetito, los nervios y oxiticina, que, además de estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche, parece ser un mensajero químico del deseo sexual.
Toda esta maquinaria echada a andar, también moviliza las estructuras de nuestro cerebro que tienen que ver con el sistema de recompensas, o sea, aquella que es la responsable de las estrategias que cada persona implementa para conquistar a alguien, o dejarse conquistar.
Comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño.
Cuando estamos en la fase del enamoramiento, producimos endorfinas, la señal de que el amor llegó, la endorfina es la hormona de la felicidad y también se produce cuando comemos chocolate o hacemos ejercicio.
Pero, en el amor, hay fases y en cada una de ellas el cerebro se comporta de manera distinta.
Es una ironía que algo que nos quita autonomía, que los padecimientos y goces del amor se escondan, en esa telaraña de redes e de impulsos eléctricos que llamamos sistema nervioso autónomo.
En ese sistema, todo es impulso y oleaje químico. Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, el ardor y el enamoramiento.
A través de nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a todos los capilares, folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El suave músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, el organismo entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante de nudos y cuerdas. Las órdenes se suceden a velocidades de vértigo: ¡constricción!, ¡dilatación!, ¡secreción!, ¡erección! Todo es urgente, efervescente, impelente... Aquí no manda el intelecto ni la fuerza de voluntad. Es el reino del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones primarias..., el territorio donde la razón es una intrusa.
El affaire de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados.
Sospecharon de su existencia mientras realizaban un estudio con pacientes aquejados "de mal de amor", una depresión psíquica causada por una desilusión amorosa. Les llamó la atención la compulsiva tendencia de estas personas a devorar grandes cantidades de chocolate, un alimento especialmente rico en feniletilamina por lo que dedujeron que su adicción debía ser una especie de automedicación para combatir el síndrome de abstinencia causado por la falta de esa sustancia. Según su hipótesis el, por ellos llamado, centro de placer del cerebro comienza a producir feniletilamina a gran escala y así es como perdemos la cabeza, vemos el mundo de color de rosa y nos sentimos flotando.
Cuando uno está enamorado realmente no ve al otro como es, sino como quiere verlo. Pero, ese estado de "imbecilidad transitoria", en palabras de Ortega y Gasset, no se puede mantener bioquímicamente por mucho tiempo.
La ventaja de que el enamoramiento termine es que le abre las puertas al amor. Y si el sentimiento es real, vamos a ver a nuestra pareja como es, con sus defectos y virtudes.
Si aún así lo o la queremos, el amor nos va a dar un lapso para emprender una relación duradera en la que intervienen otras sustancias, que son la oxitocina -que es la hormona del apego- y la vasopresina -que es la hormona de la fidelidad. Ambas coinciden con la etapa de la reproducción.
La actividad de la FENILETILAMINA, perdura de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a manifestaciones más tibias de amor -compañerismo, afecto y tolerancia
Los expertos también dicen que el amor tiene un plazo y que si las dos partes no hace de la compañía y la comunicación un pilar, el amor se acaba, no importa lo que pase el hipotálamo entra en crisis y el amor puede mostrar su peor cara: el desamor.
Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.
Para conservar la pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos de luchar por que el proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido ligazones de intereses comunes y empatía, la pareja, tras la bajada de FEA, se sentirá cada vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la frustración, separación e incluso el odio.
Pero lo que también se dice es que cuando un amor acaba, otro empieza, por que nuestro cerebro está programado para enamorarse una y otra… y otra… y otra… y otra… y otra vez.

4 comentarios:

PoetaRulZ dijo...

luego de esta Ortodoxa explicacion, asalta una pregunta inminente.. estas enamorada?

Dafne dijo...

Se podría decir que ti.
=)
Aunque ultimamente estoy en un ambientye xerico y una baja sustancial de los niveles de Feniletilamina y dopamina...
Me tienen las dosis limitadas. =(
=P
=)

Charo dijo...

Muy buena entrada, muy descriptiva y realista...somos química pura...he de confesar que yo misma comienzo a sentir esas descargas de neurotransmisores por un chico...jajajaja...

HIStory MJ dijo...

Un artículo de hace ya unos años atrás, pero que interesante me resultó leerla y saber ésta nueva teoría sobre el surgimiento del amor en uno mismo, te puede hacer ver un poco más allá de lo que tratas... Y a mí también me tienen limitada la dosis D: QUIERO MI DOSIS DE NARCÓTICOS! por favor...