jueves, 3 de septiembre de 2009

Pececillo



El pececillo no sabe qué pasa fuera de su pecera
Guardadas se quedan, todas sus preguntas,
lejos muy lejos, del cerebro confundido de su madre.

Sin resentimientos del pasado conversa con el padre
volviendo al punto final.
Es tal vez el egoísmo quien dicta este gran absurdo
de cenizas irremplazables que aprietan el corazón

Frases de cabecera liberadas despacio
“Claro que cambiare”
“Tendré confianza ciega”
Enunciados como un buen trato
con el que vive en su cuerpo.

En su forma de resguardar
que no le saquen del agua,
le decía al pez en silencio:
Detente por favor no crezcas.
Como un muy feo conjuro.

Las voces sin afinar
hicieron eco en la pecera
rompiéndole, haciéndole saltar fuera.

En suspenso, el pececillo,
posterga una reacción
una que amenazo,
sin aplausos, sin festejos.

Ella creyó
que era la falta de azúcar,
pero era la mucha hiel
de armas sin cargar de su padre.

En su corta vida tembló de ansiedad.
Fruncieron las palabras
su pequeño corazón.

Su madre las hizo versos
que no versan
con rimas
que no riman
hasta hacerlas besos,
curativos.

Ella aun no entiende
como la vida se desarrolla
ahí donde antes
se emprendió la retirada
de una noche sin estrellas.

Y…
fue que el pez,
surgido de molde roto
quedó perplejo al escuchar.
“Quédate hijo en la inocencia,
de este pequeño milagro”.

El pececillo,
no obstante subsiste
en el sonido dulce,
en la melodía de un te amo
nada te desampare.

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