sábado, 26 de septiembre de 2009

Mantis


¿Alguna vez te has preguntado qué sería de ti, si tuvieses esposa e hijos?
Hoy mi página esta en blanco, llevo años muerto.
No me esperaba esto
Tenía grandes planes…
Pero por favor, no se vaya, no deseo quedarme solo aun.
¡Espere!
Necesito lápiz y papel
¡Por favor!
Si, lo sé, nada de objetos afilados.
Pero no puedo dormir y hacer bosquejos me relaja.
Prometo que no voy a apuñalarme.
Es navidad, crees que arruino vidas, que soy un veneno.
Pero, no, no me conoces, ni te importa nada de lo que te diga.
Solo me pregunto, porque mejor, no me dejaron morir.
¡Pero no se vaya!
Tú no sabes lo que significa, solo ves mi cuello marcado y amoratado, pero no estoy loco, es solo que esta vez fallé.
Ella se fue sin despedir, veníamos llegando de misa. Bajo el árbol quedo su regalo.
¿Sabes cuál es el problema con ellas? Son mujeres, quieren controlarlo todo y a mí me tenía controlado.
Yo, ya sabes, paso de los 50 y entre estar solo y acompañado… ella, yo sabía como era, una loquilla sensual, llena de fuego.
Si, tenía claro, que no era el único en el sentido tradicional; que se rodeaba de galancetes a los que atrapaba con su red, ya sabes, la web. Era toda una mantis.
Pero estaba al corriente de que era el único al que se tomaba en serio.
¡Si!, no divago.
Éramos el uno para el otro.
Ella con su complejo de Electra, su autoestima por el suelo, los psicotrópicos que necesitaba para mantener su ánimo estable. Yo, sólido, adulto, pudiendo ser su padre, conservándole el ánimo, aguantándole a sus amantes, y ella sin preguntar por las mías.
Pero el poeta se le fue de las manos. El estaba enamorado como adolescente y nunca pensó en que Daniela solo jugaba.
Al muy ridículo se le ocurrió nada menos que proponerle matrimonio, o algo parecido.
Ella salió huyendo como conejo asustado, pero no lo hizo suficientemente lejos.
Cuando el poeta se enteró de mi existencia, le enrostro el ser una puta, mientras ella se sonreía en su cara.
La noche que me contó de la propuesta de enseriarse, nos reímos juntos del pobre infeliz.
¿Cómo pudo pensar que alguien como ella se fijaría en un atorrante como él?, sin dinero y con un único tesoro, ese que se pierde con el tiempo, su juventud.
Esa noche tuvimos un magnifico sexo, se portó como puta, mi putita. Se lo susurraba al oído y le encantaba.
Pero el poeta no se quedó tranquilo. Volvió a contactarla, esta vez con un nuevo nombre.
Después de muchos trasnoches frente al PC, con ella muy curiosa y caliente, se citaron.
Cuando le vio sentado esperándole, dio la media vuelta, pero como su corazón de putita era tan blando, se devolvió y regaló una última noche.
Hasta ahí, lo que sé, lo que me contó ella, el resto me lo dijo el.
Pero siéntate, aun no te cuento lo de la navidad.
La noche buena llegamos a casa y ahí estaba el, esperando en la puerta.
Patético - le dijo ella –
Iba a seguir de largo pero… a mí que todo esto ya me hacía gracia, le invite a pasar, podría ser incluso un menage a troi, me dije.
Pero nada de eso.
Nos sentamos en el living, ella se veía muy incómoda, pero era mi ocasión de reír.
Le ofrecí un trago que no aceptó, para luego presentarse. Cuando comenzó a hablar le dije que ya le conocía que sabía todo, que ella me contaba de sus aventuras.
Entonces surgió algo que yo no sabía.
Daniela ya tenía 2 hijos de su primer matrimonio. Después del segundo, cayó en una depresión post parto, eso sumado al abandono de su marido, también varios años mayor que ella, cayó en un estado psicótico.
Cuando la conocí, ya estaba en tratamiento contra su anorexia y depresión. Así que fui su luz, el hombre fuerte para subirle el ánimo y cuidar de ella. Teníamos una relación libre y feliz. Alguna vez le propuse que esto fuese más serio o que tuviéramos un hijo, pero nunca en este tiempo me dejo embarazarla.
Esa fue la sorpresa que me dio el poeta, ella sí estuvo embarazada de mí.
El muchacho me preguntaba, si aun pensaba igual, quien era realmente el infeliz ahora, si ella, ni siquiera había sido capaz de soportar tener un hijo mío.
La quede mirando, ella no dijo nada.
Era cierto, lo había abortado, un hijo nuestro.
Estaba en esos pensamientos, un hijo, una familia, ella y yo. No me di cuenta cuando el chico saco el arma.
Primero le disparo a ella y luego se disparo él.
El muy desgraciado no dejo ningún tiro para mi, me dejo solo, pero al parecer ya lo estaba de antes.
¿Se da cuenta?
La chica traviesa se fue, con sus historias graciosas y las aventuras. También se fue la posibilidad de cambiar todo aquello, de tratar de ser familia, eso aun me perturba.
Ahora ¿me traerá lápiz y papel?
Si me suicido, prometo que será tirándome por la ventana.

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