sábado, 25 de julio de 2009

Amor Bajo Control

Llegaron al cuarto de hotel que quedaba justo en medio de la ciudad, entre risitas y embriaguez.
La puerta se abría, mientras un joven de unos 25 años toqueteaba los muslos sin pudor alguno, a una mujer algo mayor que el.
Ingresaron y El, se sentó sobre la cama, esperando que ella se acercara.
Ella se saco el abrigo y sentó frente a El, en un sillón, mientras cruzaba sus piernas y le miraba pensando:

Quería descubrir lo que la vida me ofrecía, la ciudad del pecado estaba ante mis pies, pero me tope contigo, hace más de un año.
Como diablos me libero de ti, sin hacerte sentir mal.
Yo se que allá donde vivo, no me conocen, para ellos soy una freak, una marginada. Pero todo es parte del plan, no podemos protegernos de quienes somos, excepto con mascaras.
Pero tú, me conoces, tal cual soy y me aceptas. No es justo para ti.
He hecho muchas cosas para defraudarte, en este último año, pero nunca tantas como para que me muestres tus colmillos.
Debiste decir solo vete.
Hoy devoraré su corazón.

Entonces, después de observarlo largamente, mientras El golpeaba con su mano la cama en señal que se acercara, se levanto y dirigió a un espejo que estaba en el cuarto.
Comenzó a ordenar su pelo y a encontrar sus canas, mientras organizaba mentalmente sus años.
En el muro colgaban unas fotografías horribles, que combinaban perfectamente con un cuarto igual de feo.
La cama era amplia y parecía mullida.
-La carne fresca esta servida. El jovencito hoy se atragantará con sangre añeja-
se decía.
Antes, mucho antes, había sido al revés, la joven era ella, frente a un viejo con muchos más años que su padre.
Aun recordaba sus palabras
-No te atrevas a llorar, no lo hagas nunca, sollozas como una niña. En este trabajo, no te puedes enamorar.

Esa noche una parte de ella quedo encerrada y otra forma de complacer había nacido.
Hoy por hoy, la única forma de no sentirse rechazada, era salir llevando el peso de ser quien no era.
Al viejo, nada de eso le importaba, su vida patética no existía, era un don nadie.
Después de esa experiencia, ella volvería a ser la de antes, cuando era siquiera importante para si misma.

Por la mañana, se había levantado temprano para salir de la ciudad y tal como ahora, el tiempo se detuvo frente al espejo al mirar sus canas.

- Me perdí la vida, tengo 45, ¿que debo hacer con eso?
He salvado a tantos y no me puedo salvar de mi misma-

Luego de esas interrupciones mentales, se dirigió al muchacho que le esperaba recostado sobre la cama para decirle, la frase de siempre:
- Con el sexo esporádico, cuan sucia me siento, pero eso es mejor, a una muerte lenta. Daño a quienes me aman, así que será mejor que no me ames. No sabes lo insegura que me he puesto con los años-

Hicieron el amor toda la noche, porque eso fue, una noche preciosa.
Las defensas habían caído, ya no podía seguir controlándolo todo. Era El, quien tenía el control.
A la mañana siguiente, ella no quería hablar, pues lo arruinaría.
Miraba el cabello rizado de aquel joven que amaba y cuando abría la boca para decirle dulzuras, no surgían las palabras.
Abrió su cartera y como siempre, dejo el dinero sobre el velador para su pago.
Se dirigió lentamente a la ventana y la abrió.
La brisa fresca elevaba sus cabellos, quitando de su mente el amor que sentía por el hombre recostado en esa cama. Luego pesadamente se subió hasta quedar parada en la cornisa de ese sexto piso, en el cuarto 613.
La delgada línea entre humanidad y bestialidad estaba frente a ella
-¿Debo cruzarla?-
se preguntaba
Con la seguridad de no saberse amada anclada a sus recuerdos, navegaba a la deriva. La persona que era, ya no estaba más allí.
No tenía el control, no había marcha atrás, la semilla de la duda fue colocada, justo en medio de lo que quedaba de su corazón y hasta los villanos son héroes, en la historias contadas por ellos. Así que esta historia, no la contaría.
El seguía soñando placido, pero el grito de ella y el sonido seco de un bulto golpeando el pavimento, le despertó.

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