Por la ventana una nube se asomó, oscureciendo un bello día de sol.
Primero aparento ser pequeñita, rosa y regordeta. Al mirarle a través de esa ventana, era como mirar un cuadro, el caminante sobre el mar de nubes. Junto a ella se fueron amontonando más nubes esponjosas, una gris celeste, luego una lila, otra amarilla y al final las más grandes del grupo, azules, grisáceas y negras.
Las nubes, habían apagado la luz tibia y amarilla, ahora, era solo el paisaje de una gris ventana, el día había sido oscurecido.
Sentada sobre un sillón, una mujer, ensombrecida, no dejaba de mirar el monitor, al tiempo que con movimientos algo neuróticos, iba revisando los pliegues de su falda y acomodándolos de manera nerviosa.
Iba contando cuantos pliegues tenía su pollera y evitaba volver a leer un correo virulento, que ya había repasado unas cien veces.
Se levanto entonces de su asiento, apago la estufa, se puso su impermeable negro, enrollo su bufanda con desgano y salió a respirar.
Asomó un pie fuera de su casa y comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia. El paraguas, en cambio se quedo descansando en el cálido hogar.
Fue siguiendo sus pasos sin ningún rumbo, en verdad, no iba a ninguna parte, solo caminaba.
Pisaba con cuidado de no poner el pie sobre alguna línea, caminando veloz, poniendo una bota frente a la otra en forma acompasada y segura. Sus tacones resonaban por toda la cuadra, mientras que con la mirada baja las gotas de lluvia, de esas nubes antes tan amigables, empezaron a golpearle el rostro.
Entonces se detuvo y miro al cielo, para sentir sus lágrimas, esas que a ella no le salían.
Los cabellos de Lily, color negro azabache, escurrían en agua de lluvia, como la ladera de los cerros de Nancagua en invierno, corriendo en pequeñas cascadas, alimentando las quebradas.
Lily, se quedo así, quieta, un buen rato, pensando en esos paisajes, mojando su rostro y cabellos, abriendo sus brazos para sentir la lluvia.
Lo único que la saco de sus pensamientos fue su celular, el que sonaba insistentemente con una musiquita odiosa que había elegido su hermana. Entonces, lo sacó de su bolsillo y simplemente lo apago. Continuo su camino, sin siquiera mirar quien le llamaba.
Tenía ese aparato en su bolsillo, pero en las siguientes llamadas, ni siquiera lo atendió para apagarlo.
Y se repetía a si misma en voz baja.
-Que se cree ella, a mi nadie me hace sombra. Hay que ser muy egocéntrica para creer que es tan importante.
Siguió avanzando, persiguiendo sus propios pasos ensimismada, hasta que un automóvil freno casi encima de ella, haciendo sonar su bocina.
Lo que el conductor le dijo al pasar por su lado, le saco de sus pensamientos dulces, de ser parte del paisaje
-Cuidado mijita, que la voy a atropellar si no se fija que cruza con rojo-
Cruzaba en rojo, y aunque hubiese visto el semáforo, ya no deseaba detenerse en esas luces. Los semáforos en rojo le recordaban cosas, demasiadas cosas.
Mantuvo su paso firme sin rumbo, como niñita a la que le dan pataletas, haciendo pucheros mientras se repetía despacio.
-No son celos, lo se, pero hacerme tonta a mi!
En su hogar aun estaba como fiel testigo, el paraguas abandonado, junto a la pantalla del computador del cual emergía en letras verdes y negras, una conversación completa de su novio, con una que se decía su amiga. Una conversación bastante romántica para un par de amigos.
Y volvía a su mantra
-Porque se da tanta importancia, aun cree que el esta embobado con ella. Y el, se comporta como si yo no existiese, y todo el tiempo ella haciéndose la amable, cuando en realidad tenía una imagen apestosa de mi.
Apresuro el paso, metió sin querer los pies en un charco de agua con sus botas altas y se mojo un poco bajo la pollera.
En el camino, se encontró con un amigo que la detuvo un rato. El trataba de charlar, pero ella no le escuchaba, era como sonidos de queltehues a lo lejos.
El, la invito a tomar once al único café que existía en el pueblo. Ella como ida, le siguió sin chistar.
Se sentaron uno frente al otro, mientras el, alegremente, le contaba de todas las cosas que le habían pasado en la semana.
Cuando llego el momento de ordenar, ella se paro y excusándose por no poder quedarse, que muchas gracias, simplemente se fue.
Mientras caminaba, mascullaba todo lo que le iba a decir:
- Yegua, mala amiga, eres una…
Entonces, nuevamente sonó su celular, esta vez lo miro para ver quien era y lo lanzo lejos, cayendo cerca de un sumidero de agua.
Al percatarse de su reacción, se llevo las manos a la cabeza con total desaprobación. Esa no era ella, no lo aceptaba.
Fue entonces, que paso por su cabeza, la nubecilla regordeta y rosa, que vio por su ventana...
Y en voz alta se dijo:
-Nadie me hará quedar en sombras, me sacaré esto de encima, soy superior a todo aquello.
Tomó el camino calle arriba, por la avenida principal, llego hasta el mismísimo puente Zamorano, que cruza las aguas del río Blanco y bajo por una de sus orillas.
Normalmente ella iba por ahí a despejar sus pensamientos en largas caminatas, cuando estaba muy confundida, está vez sus paso le guiaron hasta allá inconcientemente.
Al terminar de bajar y siguiendo por la orilla, se percato que no había pájaros, ni caballos alrededor, solo unos queltehues a lo lejos, que seguían anunciando que venía más agua.
Lily estaba feliz de aquello, quería agua, más agua aun.
Sin pensarlo, se metió en pleno cauce, llegándole hasta las rodillas. La corriente era muy fuerte y el caudal del río iba en aumento.
Y esta vez se repetía suavemente
-Purificación, soy superior a esto, quiero esta mugre fuera de mi sistema.
Se arrodillo, para que el líquido frío y agresivo le cubriera la cintura.
Se sujetaba a las piedras del fondo mientras el torrente intentaba arrastrarla. Se quedo quieta y firme como un roble, mientras las aguas subían…
Sentía frío y por un momento creyó desfallecer. El dolor le llego hasta la medula y se abrazo al torrente, quien le acogió como un buen amigo.
Cuando volvía a casa, completamente mojada, apareció nuevamente su amigo dejado en la cafetería, con cara de preocupación, pues le había visto salir del lugar como una loca.
La había buscado por todos lados, llamado al celular que no le contestaba y al no tener respuesta, le hizo guardia fuera de su casa.
Al verla toda mojada, no le dijo nada, solo se saco la chaqueta para cubrirla y le abrazo.
Entonces, Lily lanzó una carcajada y le dijo tiritando
-No te preocupes, he tenido un día magnifico. Ahora si podemos tomarnos el café, me hacía falta un baño, ya estoy completamente limpia.
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