Los cuentos se repiten, se suceden y aunque ya conocemos el final, seguimos adelante.
El traje rojo ya no me sirve, deberé remendar algún otro, quizás uno lila o de un color a la moda.
Andar de negro no es mi estilo.
Desde que al señor lobo se le ocurrió andar de pendenciero por la vida, que las cosas no andaban tan mal, hasta que sucedió, el guardabosque hizo su trabajo.
No son necesarias las advertencias, se nota que esto ya huele a cadáveres.
Uno de los míos está ahí tirado, esperando por los buitres que no desean más bocados.
Como contraparte, hoy, un niño entra al colegio con la timidez del nuevo en su primer día. Su beso de despedida fue vivificante.
A veces creo que no debo esperar por más besos que aquellos.
La soledad me acompaña en zapatos negros talla 34.
No hay nada menos motivante que un crío ajeno, para un hombre sin compromisos. Eso me decía mi abuelita antes de arrancarse con el lobo del bosque de al lado.
¿Será cierto?
Después de todo, el mundo está lleno de caperucitas, lo que no se, es que paso con los lobos.
Pero como dije, esto no es una queja, menos aun una advertencia.
Algunos pensaron más bien en un letrero luminoso de disponible, pero no hay tiempo para aquello. Me atareo en lecciones, costuras y cosas de dueña de casa.
Mañana volveré a ser mujer, espero que del cadáver dejen algo los gusanos disponible, para algún otro lobo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario