jueves, 31 de enero de 2008

Piedra de Tope


Seco, esta completamente seco, se decía a si misma…
Y no se refería al río aquel, por el cual ya no corría agua y que con el déficit hídrico se había transformado en una vena desangrada, que ya no daba vida. Se refería a si misma.
Vacía, se sentía completamente vacía.


Alguna vez ella estuvo llena de amor, pero ya no fluía, tenía una piedra de tope que la frenaba en seco y que la iba secando de a poco, inclusive en sus expresiones más básicas.
Ya no era la que simplemente amaba, ahora se lo cuestionaba y se ponía a pensar si era cierto aquello de que el amor no es gratuito. Ahora creía firmemente que las relaciones pesan y que para poder volar y producir, se necesitaba estar solo.


Sola, esa soledad que siempre buscaba, no era esa soledad de estar lejos de las personas, más bien estar rodeada de gente lo disfrutaba, le daba ideas. Se refería a aquella soledad íntima, aquel rincón interior en donde se sentaba a pensar y del cual fluían miles de ideas de cómo debía ser su mundo, ese mundo literario que plasmaba en letras Verdana, Times o San Serif.
Pero ahora, no tenía nada, ese sitio estaba sellado, lacrado, por que el sentir no se cuestiona y ahora lo hacía.
Ya no creía en el amor, ni en el querer desinteresado.


Recordaba y miraba a su alrededor, por si encontraba a su pequeño hijo. ¿Podría ser el único que entregaba desinteresadamente?


Se había tomado unos días para meditar y estar lejos, buscar una soledad de personas, al no encontrar la suya propia.
El lugar no era lo que se esperaba. Donde antes había verdor, hoy solo sequedad. En verdad, no solo había dejado de llover en su corazón.


Seguía por el sendero, elevándose por los cerros, mientras aun se preguntaba, porque estaba tan encabronada.
Ya no podía escribir, su vía de expresión estaba cerrada, y aquel que llenaría su vida de colores le mostraba un mundo gris. Hoy estaba finalmente lejos de todos, pero su soledad de escritor la había perdido y lo peor, lo peor, era estar sitiada de personas que le robaba sus ideas y que le absorbían. Sus noches estaban llenas de vampiros alcohólicos y noctámbulos.
Sus ideas, eso si que era un insulto, le molestaba sobremanera que usaran sus ideas, inclusive frases muy propias habían sido saqueadas.
“Cuando el alma vomita, solo queda que alguien te sujete el cabello y derramarlo todo sobre un blog”
Su frase favorita, tampoco se había salvado… la ladrona solo le había puesto unos adornos y había eliminado el vomito y cambiado por volcado, pero su idea estaba ahí, seguramente era menos asqueroso colocar volcar que vomitar.
Pero lo que a veces sale del alma es asqueroso. Para ella en estos días así lo era.


Llegó al final del sendero donde la estaban esperando, donde lo habían acordado. El estaba parado con una sonrisa, como siempre, haciendo antesala y tratando de pasar un buen momento.
Entonces, ella recordó todo aquello en lo cual el la había estado aleccionado.
Nada es gratis en esta vida.


Se acerco y le beso descaradamente, entonces le dijo:
“Hoy te cobrare por mi paciencia, mi entrega y mi amor que has desechado”
El no entendía nada, para el todo era liviano y ella demasiado compleja, pero le respondió
“Sabes bien que te quiero, yo quiero a todas mías amigas, aunque contigo hay un componente especial”…
No dejo que siguiese hablando, le sello la boca a besos, luego solo se miraron, se tomaron de la mano y caminaron por otro sendero.


Avanzaron unos metros hasta la parte más alta donde había un puente, un mirador.
Bien, ya llegamos, dijo ella, ahora debes pararte ahí en la orilla, necesito empujarte al agua.
El la quedo mirando perplejo, se puso a reír, aunque la broma no era muy simpática.
Entonces se produjo un silencio sepulcral, interrumpido únicamente por unos queltehues que volaban a lo lejos
Ella no espero más reacciones, simplemente lo empujo y dejo caer.
Con el sonido hueco de su cuerpo cayendo por el barranco, había recuperado su espacio, su lugar, su rincón, había sacado del camino la roca que no le permitía avanzar.

Ella creyó muchas veces que su estado de animo se le traspasaba al clima, o que el clima se traspasaba a su estado de animo. Ese lugar era fiel reflejo de aquello, estaba sobre un puente seco, como sus lágrimas.

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