Ella estaba nerviosa y algo ofuscada, había pasado un mes desde aquel acontecimiento que la tenia retenida con gente alrededor y no lo soportaba. Deseaba continuar su viaje, hacia aquella soledad tan anhelada.
No concebía tanta preocupación, finalmente opinaba que quienes la inmovilizaban necesitaban demasiado de ella.
Seguía enojada, pensando solo en irse, mirando como su amiga mantenía entre sus manos, una de las servilletas rojas de aquella mesa bellamente ornamentada. La deslizaba entre sus dedos, jugando nerviosa, mirando alrededor. Parecía una ovejilla del campo inquieta y delicada, que pensando en nada, calculaba las calorías del helado de chocolate enorme que Camille había pedido.
Por su lado a Camille nada le importaba, estaba tan cegada de aquel enojo, del no poder escapar del agujero, que miró a su compañera de soslayo y sin mediar provocación alguna simplemente le pregunto:
- ¿Rocío, sigues vomitando lo que comes?
Rocío abrió sus ojos enormes, sintiéndose desnuda ante la pregunta.
- No me mires así, vi como apenas terminábamos algún plato, tú te levantabas e ibas de inmediato al baño.
- Sabes que soy observadora, tus dedos están amarillando de tanto que buscas por tu garganta eliminar de algún modo lo que comes. Mírate, estas ojerosa, ¿que paso con la mujer maravillosa que conocí?
Su amiga nunca había sido muy fuerte de carácter, sin embargo la determinación que le llevaba a eliminar todo lo que comía, era algo que se había transformado en su máxima. No estaba dispuesta a sentirse fea o gorda nuevamente, no deseaba volver a ser una ballena, se decía.
Camille sabía bien por lo que su amiga pasaba, desde que su ex “coso” la dejase en ese estado, había intentado no abandonarla, sin embargo, estos días en Villarrica se le habían hecho eternos.
La conversación se vio interrumpida cuando finalmente llegó el acompañante de Rocío. Era un tipo alto, de bonita sonrisa y buena familia, de esos que las mujeres buscan para formalizar.
Camille había cumplido su cometido, ser el mal tercio para que Rocío finalmente saliera con este “coso”, según ella, estupendo.
Cansada de permanecer ahí sentada, viendo como su compañera literalmente se suicidaba, se levanto y excuso diciendo que se sentía mal.
El tipo buen mozo ofreció a llevarla a casa. Ella, quedo mirando a Rocío con cara de que hago ahora.
Al no obtener respuestas y en un arranque de ira idiota, opto por darle algo de dolor, algo que la remeciera. Así que tomo su bolso y al tipo del brazo; entonces ella reaccionó, pero no como Camille lo esperaba.
- No te preocupes, deja que te lleve, yo me quedare por aquí, aun no deseo ir a casa.
Ella solo pensaba en lo transformada que estaba Camille y en lo mucho que se parecía últimamente a “su” ex.
No sabía si era el efecto del Prozac o de la delgadez extrema lo que tenía tan alicaída a aquella mujer que alguna vez fuese tan vivaz. Ya no presentaba mayor expresividad, era una mujer plana, tan plana como sus pechos antes redondos.
Camille se fue con el personajillo al nido temporal que había armado y le devoro por completo, se lleno de placer, se abandono a sus deliciosos instintos, engordo su sensualidad hasta el hartazgo, mientras su amiga, estaba en algún baño de aquel restaurante, vomitando el alma, dejando escapar la poca vida que le quedaba.
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