miércoles, 4 de febrero de 2009

Vidrio Roto


En el aire se respiraba un olor dulzón, era su perfume que se había derramado sobre la ropa, mezclado con sangre y olores de hospital.

El calor era sofocante y adormecedor, el cansancio le iba ganando poco a poco al cuerpo.
La mente se quedaba atrapada y lánguida entre tantos acontecimientos, subyugada a los recuerdos e ideas acumuladas durante la jornada…

- Reafirmar los lazos, cortar las cadenas, era lo único que repetía.

El, se había alejado poco a poco de lo importante, de lo que para el mismo era trascendental. Estaba tan ocupado, que dejó que pasara.
Hoy, era esclavo de la vorágine del trabajo, del embrutecimiento diario. Vagaba errante por mundos desconocidos.
Debía liberarse de lo inútil, desandar los pasos. Resultaba tan difícil y tan sencillo a la vez.
Seguramente pensaba en todo eso, cuando olvido ponerse el cinturón de seguridad.
.......…

El sol golpeaba la piel al punto del dolor.
La brisa marina no era capaz de aliviar el ardor que tenía en su corazón.
Sentada frente al mar, observaba el ir y venir de las olas, el ir y venir de los recuerdos de su noche anterior.
Para Elizabeth, el año nuevo frente al mar con fuegos artificiales maravillosos, siempre era lo mejor que le podía pasar en un nuevo año.
El día había llegado después de una noche esplendorosa y junto con los primeros rayos de sol, se fue su dulce compañía.
La llegada del día le dejaba completamente sola, lejos de quienes quería.
Movía sus pies por entre la arena caliente, mientras cerraba sus ojos para salir de órbita
.....…

Pestañeaba rápidamente, el polvo del camino lo cubría todo alrededor.
Un dolor profundo en el pecho y cuello le hicieron notar que aun estaba viva.
El cinturón de seguridad se había incrustado cerca de la clavícula, pero, aparte del dolor y aquella herida, al parecer estaba bien.
Miro de un lado a otro y el estaba ahí, desencajado, con los ojos lejanos y preguntando casi sin pensar
- ¿estas bien?
Después de un par de vueltas en trompo, el vehiculo finalmente se había detenido, sobre un camino de tierra y grava. Estaban en plena precordillera.
Pasados unos segundos, se sonrieron, para luego nerviosamente dejar escapar un par de carcajadas mientras se repetían
-¡estamos vivos!
..........


Una luz cegadora, le atrajo nuevamente a la realidad, pero no quería, por lo que volvió a cerrar sus ojos.
El recuerdo esta vez, no era tan positivo como el de la noche de año nuevo pasado.
No, en esta ocasión las luces de los fuegos artificiales, no eran tan brillantes y sus colores desteñían
- ¡Estamos vivos!
¿Estaban vivos?
Desviaron sus pasos, dejando de lado aquello que era importante; vagaban por mundos desconocidos.
Ese año ya habían estado en un hospital, uno, donde las luces parpadeaban y en que a pesar de la claridad de las paredes blancas, todo era oscuridad.

En ese lugar acababan de perder a su hijo, desaprovecharon aquello que realmente importaba, después de eso, lo demás era secundario.

La luz del quirófano se encendía y muchos recuerdos amontonados en montañas de emoción pasaban por su mente.
Ya no había nada más que hacer
Esta vez, el estaba sobre una camilla
Esta vez, el viajaba solo.
En esta ocasión, el no llevaba cinturón de seguridad…

Solo era un hombre, no dependía de ella retroceder o avanzar.
Había que dejar las cosas en manos del altísimo.

Elizabeth trataba de asomarse por una ventana, mientras que, sin darse cuenta, Eduardo se quedaba sin los recuerdos de ella. Habían sido arrancados de cuajo, por un golpe brutal contra el parabrisas.
Ella no lo sabía.
- Todo esta en manos del altísimo, el no morirá.
Dejo de llorar, se sentó y respiro profundo.
En la mente de el, Elizabeth ya había muerto.

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