viernes, 6 de febrero de 2009

Vida de gatos

Rayita siempre fue un gato muy querido. Desde el día de su nacimiento, las personas que lo recibieron le esperaban con expectación y alegría.

Era la primera camada de Pelusa, la gata regalona de la familia.
Después de esta, no tendría más, pues la operarían.
Eran un total de 4 hermanitos que jugueteaban todo el día en la casa.
Nacieron una madrugada de enero, no se recuerda bien si un 3 o 4.
Gato de enero, completamente juguetón, una bolita de pelos simpática que saltaba de un lado a otro junto a sus hermanos simulando la caza, que muy pocas veces concretaría, pues su vida estaba destinada a la de ser gato de chalet.
Un día Rayita, que aun no sabía que se llamaría así, jugaba con sus hermanos en el momento que una mujer pasaba por la vereda del frente de su casa. La mujer, que ese mismo amanecer, se había propuesto conseguir un gato.

Ella, esa mañana, como todas las mañanas, se dirigía a su trabajo. En casa le espera todos los días un niño maravilloso a quien ama. El niño, ya está en edad de tener una mascota y responsabilidades.
Normalmente se eligen perros, pero ella siempre fue gatera, herencia que le dejaría a su hijo.
Fue amor a primera vista, a lo lejos escucho un pequeño maullido. Dirigió su vista hacia el frente y ahí estaban, unos hermosos gatitos. Se acero a la reja y Rayita a su vez, comenzó a ronronear a su lado.

En la casa no había letreros de se regalan gatitos.
Una pena, de todos modos en la tarde preguntaría.
Llegada la hora de salir, se preparo, fue a su casa, consiguió una cajita y dirigió sus pasos a aquella casa donde le esperaba el gato que quería ser suyo.

Una vez ahí, la sorpresa fue mayúscula, tenía un letrero
“SE REGALAN GATITOS”.

Finalmente, se daba todo, ya había pensado en nombres, se llamaría Cuchito.
Hablo con la dueña de los animales.
La dueña, dijo
-Puede elegir de entre todos estos… Pero ahí no estaba el, el gatito elegido.
-¿Esta segura que no tiene más?
-Si, tengo otro, pero es el regalón de la casa, nos vamos a quedar con el.
- Bueno, veamos, este.
Lo tomo entre sus manos y el rechazo fue mutuo, el gato no quería nada, salio arrancando al interior de la casa y mientras la dueña de los animales iba por el fugitivo, el resto que estaba en la cajita, salio huyendo uno detrás de otro.
Así, todos entraron a la casa, comenzaron a corretearse mutuamente, hasta que apareció el gato prometido.
Basto encontrarse y de inmediato comenzó el ronroneo.
Al ver eso la dueña de los gatitos, dijo:
-En verdad el quiere irse con usted, lléveselo.
-¿En serio?
No espero respuesta. Muy feliz, lo metió en la cajita.
Camino a casa le iba conversando diciendo:
-Chuchito mío, te va a gustar Tomás.
Al llegar a casa, la primera persona en aparecer por la puerta, fue un niño con cara pícara, esperando, expectante, hiperventilado.
Sabía muy bien lo que venía en la caja.
Un pequeño ¡Miau! Hizo saltar a Tomás en su lugar y hacerle esgrimir una gran sonrisa junto a un ¡ah!
Fue amor a primera vista.
-¡¡¡Gracias mamá!!!
-¿Como le vas a poner? ¿Que nombre te gusta?

La carita del niño se lleno de preguntas.
-Mm. Gato, se va a llamar Gato.
-Tomás, mejor coloquémosle un nombre, tu tienes 2 nombres y 2 apellidos, así es más fácil identificarte. No va a ser cualquier gato, va a ser tu gato, el gato de la familia.
-¡Ahhhhhhhh!, ya se, se va a llamar, mm. Rayita Cohete
-¿Rayita Cohete? Es un nombre muy raro, pero bien se llamará Rayita Cohete.
Y así, Rayita Cohete paso de un hogar donde estaba con su madre, hermanos y una dueña amorosa, a un hogar donde su dueño sería como su hermano y papá y mamá como su madre.
Los primeros días, Tomás se preocupo mucho por su hermano gato. Dormía con el, lo apretaba más de lo que Rayita estaba acostumbrado.
Fue así que comenzó a ser el gato que huía. Muy bien puesto el nombre, huía cual cohete.
Huyo tanto, que un día Tomás frustrado le preguntaba a su mamá si Rayita no lo quería.
Su madre le explico que a veces cuando se ama, es necesario dejar un poco tranquilo a quien se ama.
Una tarde en que mamá llegaba del trabajo a casa, noto que su hijo estaba demasiado callado. Entonces subió a su habitación y se encontró con la ingrata sorpresa.
Tomás, el niño lindo que amaba tanto a su gato, lo tenía tomado del cuello. Lo estaba ahorcando y el gatito que lo amaba al parecer demasiado, ni siquiera se defendía, apenas movía sus patitas, se estaba orinando.
La madre preocupada le grito:
- ¡Tomás!
- El niño sorprendido, solo atino a soltarlo y llorar.

Ella tomó al pobre gatito y ver si aun estaba vivo.
Respiraba y rápidamente se recupero.
Esa tarde ella no le hablo a su hijo. No porque no lo quisiera, sino más bien, porque no sabía que decirle ni como.
Alejo al gatito del niño de 4 años, quien no entendía muy bien que había echo. El solo estaba experimentando.
Esa tarde, la madre se acerco a su hijo, le tomo en sus brazos y converso con el.
-Tomás, no estoy enojada contigo, pero si estoy preocupada. Casi mataste a Rayita Cohete, tu gatito.
-El niño dijo, es que el se arranca, no me quiere.
-Tomás, ahora menos te va a querer, casi lo mataste. La vida de cualquier ser vivo es importante, más importante aun si ese ser vivo es uno que tu amas.
Los ojos del niño, se llenaron de lágrimas.
-Nunca más mamá, ya aprendí.
Desde aquel día, Tomás dejo de acosar a su gato y poco a poco, Rayita comenzó a acercarse nuevamente a el, sin que lo llamasen.
Fueron amigos de juegos con bolitas. Primero Tomás la lanzaba y Rayita corría a buscarla, luego Tomás corría a traerla de vuelta para volver a lanzarla y así, muchos otros juegos.
Pasó el tiempo, Rayita Cohete creció y se trasformó en un gato muy fuerte.
Las cosas iban muy bien, pero sucedió que la vida de todos cambiaría.
La mamá de Tomás, consiguió un trabajo que quedaba lejos de la casa donde vivían y su papá consiguió un trabajo en otra ciudad.
Así, de lunes a viernes, la mamá viviría en otra casa, la familia se vería solo los fines de semana. La familia viviría por separado
La madre se llevo a Rayita, con la promesa sacada de su hijo de que lo cuidaría mucho.
La despedida fue amarga.
Rayita en su nueva casa, investigo cada rincón, se busco nuevos amigos.
Ya sin el cariño de Tomás, Rayita comenzó a ser como los otros gatos, a salir por las noches a recorrer los techos, pelearse con uno que otro compañero felino invasor de su territorio y cazar pajaritos.
Cuando Tomás llegaba a visitarlo casi ya no se acordaba de el.
Rayita poco a poco, ya no era el gato de la familia, hasta que un día finalmente se fue.
Encontró una casa donde le alimentaban con comida de su gusto y simplemente desapareció.
Pasaron los días y Tomás, así como su madre, poco a poco fueron superando la pena. Después de todo, Rayita estaba bien, solo tenía una nueva familia.
En la medida que pasaba el tiempo, cada vez Tomás preguntaba menos por Rayita, solo su madre pasaba por la calle donde ahora el vivía.
En el comienzo Rayita salía a saludar, después ya ni siquiera se desgastaba en hacerlo. Estaba transformado en un gato rechoncho y de chalet, que apenas movía una pata.
Pasó el invierno y casi terminaba la primavera cuando, estando en su oficina, a lo lejos, la mamá de Tomás escucho un maullido, penoso y lejano.
Salio de la oficina donde trabajaba y ahí frente a sus ojos, había un gato.
Bueno, si a eso se le podía decir gato. Era, como lo dijo uno de sus compañeros de trabajo, una mala mezcla entre guaren y gato a medio morir.
El corazón de la mamá de Tomás se lleno de piedad, era como Rayita, una versión bastante desmejorada.
Flaco al extremo de ser solo pellejo y huesos, todo mojado. Su pelaje rayado, opaco deslucía. No tendría más de dos meses.
-Chiquitito, que mal te ha tratado la vida, cosita, ven acá.
Simplemente lo tomó, busco una caja y por la tarde se lo llevó a casa.
Pretendía recuperarlo, le llamaría Rayita, igual que aquel ahora rechoncho gato traidor (como decía Tomás).
El animal, fue desparasitado, estaba lleno de pulgas y garrapatas, alimentado y puesto bajo abrigo.
El animal al final de la noche, estaba muy agradecido. Vivía en un hogar cálido, ya llevaba dos días en casa.
El tercer día finalmente demostró su amor con ronroneos y se acurrucaba junto a su nueva “mamá” agradecido, mientras le acariciaban el poco pelo que le quedaba sobre ese pellejito y sus huesitos.
Fue una tarde de cariños.
La mañana siguiente, la mamá de Tomas se disponía a dar de comer al gatito, el nuevo Rayita, pero este, no se movía en la camita que le había dispuesto.
Su organismo no aguanto, estaba demasiado flaco y anémico.
Su cuerpecito aun estaba tibio, acababa de fallecer.
Ella lloró muy amargamente, no pudo salvarle, no pudo protegerlo cuando ya había pasado a ser parte de su familia.
Caminando tristemente a su trabajo, ya no pensaba en más gatos. Siempre se sufre cuando, no importa cual es el motivo, se pierde a un miembro de la familia.
Sus pasos lentos se sucedían y sin darse cuenta, llego a un letrero que decía “SE REGALAN GATITOS”.
Una sonrisa apareció en su rostro, quien sabe si esta vez, un nuevo miembro ingresa a la familia, un nuevo gatito para Tomás. Y con gran esperanza toco el timbre.

No hay comentarios: