martes, 11 de mayo de 2010

Ayuda!



Tania:
No sabía como comenzar esta carta, no sabía si poner querida, porque aun te quiero, o si poner mi niña, porque aun lo eres.
He tratado de apoyarte durante todo este tiempo, pero es necesario que yo también me cuide, me cuide de ti.
Cada tanto sufres de problemas que terminan reventando todos en mi. Me tratas injustamente y todos los esfuerzos que hago por tratar de que estemos bien, para ti son invisibles, no los ves, no los consideras, ni son suficientes.
Te quejas todo el tiempo, y ya siento que soy la piedra de tope en tu vida, que no soy suficiente para ti.
Te seguiré acompañando en este tiempo para que estés bien, porque aspiro que no te pase algo malo, porque de verdad te quiero, pero también decidí, que ya no más.
Quiero estar tranquilo, se que me conoces y espero que lo entiendas, yo también debo cuidarme.
Daniel



Era muy temprano aun para entrar a la oficina y aunque tuviese llaves, no le apetecía llegar temprano a tomar un café antes de comenzar el ajetreo diario.
No estaba bien, su bronquitis se había transformado en neumonía y el día antes estaba con fiebre. Pero era porfiada, su trabajo es por metas y el horario de trabajo poco importaba.
Abrió los candados para levantar la cortina. Al momento de elevarse por encima de ella, escucho un pitido en su oído izquierdo y un mareo que no le permitió sostenerse en pie.
Alcanzó a sujetarse del muro, respiro profundo y con dificultad.
El médico no le dio licencia el día previo, ella siempre ha parecido más fuerte de lo que realmente es.
Alcanzó a apagar la alarma y se sentó, entonces, decidió volver a la cama.
Ya camino a casa, estaba por completo arrepentida, sería un día de enfermedad y fiebre, un día de caldos de cabeza, de poder tomar en cuenta todo lo que le pasa alrededor, de lo agobiante de la vida que evade a diario con su trabajo.
Caminaba despacio, como una mujer vieja, lentamente el peso de las responsabilidades eran más molestos y el murmullo de todos los seres de los que depende y que dependen de ella, se acumulaban en un fuerte pitido que apenas le dejaba escuchar sus pensamientos.
Un dolorcito en la boca del estomago y un frió demuerte le recorría la espalda pensando en la única persona que en este tiempo le había apoyado, sabía que había sido injusta y ciega, pero irremediablemente como un sino, ya había hecho lo de siempre, arrasar con todos a su alrededor cuando el peso es demasiado.
Ella no sabe pedir, no sabe pedir ayuda ni es capaz de aceptar que ciertos pesos son demasiados, ni siquiera es capaz de darse cuenta que debía quedarse en casa.
Como nunca necesitaba un poco de cariño y el teléfono es muy frío, inútil e impersonal para eso. Un “es lo que hay”, en ocasiones como esa, resultaban insultantes.
Quería gritar, llorar y patalear, pero eso es “demasiado inmaduro” para una mujer como ella. Llegando a casa trataría de llamarlo, pediría ayuda a Daniel, se dejaría querer y amaría.
Las distancias matan y un amor que no se expresa, es un amor ahogado y tullido que se transforma en monstruo.
En la entrada de su casa y deslizada bajo la puerta, había una carta dirigida a Tania.
Sonrió, la sombra que le opacaba se despejo y después de mucho se le ilumino el rostro.
Se dispuso a leer la carta mientras pensaba: ¿Será que finalmente el había adivinado lo que necesitaba?, ¿había descubierto que no era tan fuerte como aparentaba? finalmente sentía que no estaba tan sola.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Pudiste ponerle Juan, Pedro o Diego
:(
Dani.