sábado, 4 de febrero de 2017

El Viaje


He intentado no meterme en problemas, pero esta guerra que llevo en la cabeza, empuja a meterme en líos
Armé mi maleta lo más rápido que pude.
Cualquiera diría que me la paso huyendo de cada lugar, de cada persona, de mi misma. Pero solo busco mi libertad, esa que con cada te quiero de otro, se vuelve tan esquiva.
Esta vez tampoco sería diferente.
Escuché como la llave de la puerta principal se introducía en el cerrojo y entré en pánico. Nuevamente guarde la maleta a medio hacer, tomé una bocanada de aire, alise mi cabello y baje rápidamente a saludar.
Escuche el portazo de la puerta que anunciaba su llegada.
En medio de la bajada por la escalera, practiqué una sonrisa.
Salude como siempre, solo un tenue beso en los labios, para luego preguntar por el día a día que en verdad ya no me importaba y a él tampoco.
Le ofrecí un té como acostumbraba, como un ritual de unión y compenetración que ya no funcionaba.
Me contaba de sus colegas y alumnas inútiles, en sus palabras. Yo asentía y le daba la razón en sus rezongos. Un vez que ya notó mi falta de interés, nuevamente se fue a su habitación, a trabajar como él decía.
Yo sabía que mientras pintaba, sacaba una de sus botellas de vino, que según él, no se compraba, eran regalos. También sabía que una vez bastante ebrio, subiría a mi habitación por cariño y amor.

Hoy por la tarde había entrado en aquel cuchitril hediondo a trementina y alcohol. Sobre el mesón improvisado estaban sus pinceles y los míos, pinturas amontonadas en cada rincón y sobre el atril lo más nuevo, la pintura de una mujer hermosa, artísticamente descuartizada y deforme, con unos pechos enormes y en reemplazo de sus pezones, ojos.

Nunca le dije algo respecto a sus pinturas, para que no considerase que coartaba su creatividad, pero lo distinto de hoy fue ver todas aquellas pinturas en que yo aparecía, destrozadas con cuchillo y vueltas a armar en una especie de rompecabezas.
En el suelo yacía roto y desmembrado un muñeco con forma de mono, un peluche que bailaba y que nos hacía reír, porque cuando se lo regale, le dije que era como el pero con más ritmo.

Había botellas amontonadas en el closet, todas vacías. Nunca supe como lo hacía cada día para volver a levantarse y aparentar en el colegio ser una persona centrada. Era un ser bipolar que eliminaba sus frustración conmigo, por hacer clases y no ganarse la vida como el, en sus palabras, se merecía, pues él no era un estúpido profesor, es un artista.

Como cada tarde y antes de entrar a su cuarto, me amenazó con que no aceptaría esclavizarse a ser profesor el resto de su vida y que en cualquier momento dejaba el colegio, que ya lo tenía harto, que yo tenía la culpa de haberlo metido en estos líos y transformarlo en un burócrata de la vida con responsabilidades de persona normal, porque él, tenía un propósito mayor, el trascendería.

Muchas veces le dije que su trascendencia no valía de mucho, que bastaba que el día de mañana cuando el muriera yo quemara toda su obra.
Esa noche fue a buscarme, pero yo cerré con llave y me hice la dormida para no abrirle.

En la mañana al despertar, él ya se había ido al colegio. Se levantó más temprano que de costumbre.
Entonces terminé mi maleta, bajé a la habitación, tomé la trementina, los restos de alcohol y los vacié sobre las telas, luego reventé una botella de whiskey que guardaba para las visitas sobre el mesón de trabajo.
Encendí un cigarrillo, aspire un par de veces y lo lancé sobre el mesón.
Vi como las llamas comenzaron por devorar mi rostro y mi vestido rojo.

Solo salvé una pintura mía, una que el pintó mientras lloraba desconsolada, en una de esas tantas veces que me hizo llorar y que no le importó.
Recuerdo bien como se realizó esa pintura, estaba sobre la cama, con una taza de té que se enfrió, él había terminado por enésima vez conmigo mientras yo lloraba, aun lo recuerdo, de pena y rabia, porque sabía que no se iría de mi casa. Entonces él me dijo, quédate quieta, así mismo. Trajo una tela nueva y comenzó a dibujar, luego me sacó unas fotos, así, destruida.
A esa pintura le tengo cariño, me recuerda a los puntos que llegamos por un supuesto amor.

Cuando las llamas aumentaron en tamaño, cerré la puerta.

Atrás dejé mi casa, mis cosas, mi pasado. Lo material nunca me importó. La casa acababa de terminar de pagarla el mes pasado.

Me senté en la vereda del frente con la maleta al lado, llegó bomberos, apagaron el incendio. Mis vecinos me miraban y se lamentaban.

Tomé mi pintura, mi pasaporte y comencé mi viaje, mi fuego nunca más se ha apagado.


http://dafne-en-viaje.blogspot.com/ Creative Commons License
Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons.

No hay comentarios: