domingo, 10 de enero de 2010

Gata Noctambula.



Rodeada de gatos, arañándole, lengüeteando, levantando sus lomos y colas a su paso, por entre sus piernas, la gata noctambula avanzaba lento; ya habían pasado los años en que la señorita Alfonsina, caminaba veloz.
Los gatos siempre fueron su pasión, los amaba y poco a poco fueron llenando su departamento y una vida de abandonos.

No hace mucho era una mujer llena de actividades y activista en muchos frentes. Le gustaba participar de gremios, movimientos sociales y culturales de su comunidad, siendo considerada una persona con conciencia social.
Muchos de sus años los desarrollo en actividades docentes, trabajo mucho con niños y adolescentes, aunque había estudiado una larga licenciatura en ciencias, supuestamente para trabajar en laboratorios y algún día ganarse el premio Nobel; pero esos sueños, como otros, quedaron atrás con el pasar los años.

Sin ser una mujer vieja, el tiempo delataba su maltrato en cuerpo y rostro.
Alfonsina de joven, fue una mujer si no hermosa muy vital, quien, además, alguna vez tuvo la oportunidad de casarse, pero se arrepintió. Muy a tiempo, como ella muchas veces lo repitió entre sus amigos: “antes que casarse la muerte”.
Para ella el matrimonio era una institución sin pies ni cabeza y los hijos, una responsabilidad de la cual no se haría cargo. Ella no sería madre ni figura autoritaria, sería amiga de los más jóvenes.
Fue así que llegó a ser profesora, siempre diligente en pro del desarrollo de la educación. Su mayor vínculo con la vida, siempre fueron sus alumnos, a los que trataba como amigos.

De este modo el contacto con los moceríos, se fue haciendo casi una adicción, una necesidad vital. La joven Alfonsina se la pasó entre actividades diversas, alimentándose de la savia nueva, cultivando además de la educación, las artes visuales: fotografía, pintura y pintores.
Era muy asidua a los bares universitarios, sin ella serlo, y sin estar ligada directamente en el mundo de las artes como creadora, gustaba mucho de aquel mundillo, se alimentaba del medio bohemio de los que se autodenominaban “artistas”. Se juntaba con literatos, actores y artistas plásticos con los cuales debatía ideas, mientras ellos creaban.

La vida se la llenaba con las historias y actividades de lo que otros hacían, es por ello que en forma natural fue derivando a su gusto por el mucho del chat, donde se tranzaba en largos diálogos, acerca de diversos temas. Era una noctambula que deambulaba de aquí para allá constantemente, encontrando y buscando pequeños diamantes en bruto a través de la Web.
Uno de esos diamantes quedó atrapado por ella, por el buen humor que mostraba, su locuacidad y brillantez en cada frase emitida. Se entretenían hasta altas horas de la madrugada el uno con el otro.
Esto era mejor que un matrimonio, se decían.
Nunca se preguntaron cuál era su estado civil, ni sus actividades en específico, tampoco de sus familias o sus vidas. Todas sus conversaciones versaban acerca de temas “elevados”, como ellos mismo suponían. A lo más, alguna que otra vez con unas copitas demás tuvieron cibersexo.

Cada uno mantenía su vida normal en el anonimato y por las noches aparecían, para esa otra vida, esa que nadie podría comprender, llena de conceptos intercambiados como completos desconocidos, donde nunca, siquiera hubo la necesidad de curiosear quien era el otro. Ambos lo sabían, el día que comenzaran a hablar acerca de sus vidas, esto se acababa.

Todas las noches, por años, el nunca le falló hasta hoy. Ya habían pasado 5 días desde que dejó de encontrarse con Il. Dante, había desaparecido por completo del chat.
Hoy, sentía el peso de su soledad, como una molestia que le hacían caminar lento y moverse apenas para alimentar a sus compañeros felinos.
Hoy, encendía nuevamente su PC, como cada día a la misma hora y por primera vez la espera al arrancar Windows se le hizo eterna.
Sus gatos, única y fiel compañía, maullaban sin descanso.
Una vez ingresada al chat, espero, espero, por cerca de 1 hora, hasta que el apareció.
Il. Dante: hola
Mininoska: finalmente apareces
ke te paso?
Il. Dante: estuve enfermo y …
El resto supongo que no quieres saberlo. Ya estoy aki.
Mininoska: si, kiero saber
Il Dante: no hay para que, ya estoy aki.
Mininoska: me preocupaste, mucho.
Il Dante: ah, si?
Ke tanto?
Mininoska: hoy no puedo hablar
Il Dante: y mañana?
Mininoska: no, mañana tampoco, mañana ni nunca más. Adiós.
Il Dante: pero ke paso?
Mininoska: yo no soy solo alguien con kien te entretienes cuando estas aburrido sin tener ke hacer.
Debiste avisar.
Il Dante: pero amor, yo…


Y la conexión se acabo.
Il. Dante, o más bien Rafael, buscó la forma de contactarle, después de todo y de tantos años, no es que no hubiese tenido interés en saber quién era esa mujer.
Lo sabía perfectamente, tenía su número de teléfono y hasta la dirección de donde vivía, pero siempre respeto la decisión de Alfonsina de no verse. Además, él tenía una familia, una vida, muy distinta a la que ella hubiese querido. El tenía lo que Mininoska diría, una vida muy “común”.

A pesar de aquello, la busco, no porque la amase o algo similar, si no por los años de comunicación fluida de ambos, casi por respeto, casi por amistad.
La verdad es que hacía tiempo ya no quería ni necesitaba tanto el contacto con Mininoska, la verdad es que él no había estado enfermo y en el último tiempo la comunicación ya no era como la de antes.
Muchas veces se conectaba y alcanzaba a tranzar solo un par de palabras con Mininoska a la cual ya encontraba aburrida, engreída y hasta amargada. Luego de ello se iba a dormir y conversar con su mujer, a quien había aprendido a apreciar y reencontrar después de muchos años de convivencia.

Pero Mininoska, Alfonsina, merecían algo más que una conversación a medio terminar, así que llegó al fin de semana siguiente a golpear su puerta.
Sabía que posiblemente no sería bien recibido, pero hizo de tripas corazón y se encamino a su casa, vivía en un departamentito en Nataniel Cox.
Al llegar al tercer piso de un edificio antiguo y bastante mal cuidado, casi se arrepentía de golpear a su puerta. Fue allí, frente a su departamento que se detuvo un momento. Entretanto, una gata se metía por entre sus piernas, acariciándose sola y levantando su cola para después maullar.

Se dijo a sí mismo – debe ser uno de sus gatos.
Así que tocó el timbre, insistentemente, una y otra vez. Pero nadie salía.
El sabía que debía estar dentro, pues desde que dejó la docencia a causa de un accidente, no salía de su departamento.
De eso hacía ya 3 años, los mismos de comunicación con Rafael, los mismos desde aquella pasada fatal por el Tránsfugas, El BarAbajo, El Ciclope, The Clon, pasando por Santo Barrio y Bajon, llegando finalmente a aquel confuso incidente, cuando salía ebria del barrio Brasil.

Rafael comenzó a inquietarse, llamó a los vecinos, que apenas le conocían, pues se había transformado en una huraña desconfiada.
Sin ser una vieja, los años le habían llegado de sopetón y después del accidente eso empeoró a causa de los dolores físicos que le aquejaban, así como las marcas en sus antes hermosas piernas

Finalmente llamaron a carabineros y fue bomberos quien abrió la puerta. De inmediato el hedor llenó el pasillo del edificio.

A sus funerales, no fue nadie más que el. Todos aquellos que fueron sus amigos ya no estaban y de sus amigo-alumnos ya no quedaba memoria.

Ella tenía razón cuando le decía, se nace y se muere sola, sin embargo, el suicidio no era algo que estuviese dentro del registro de conversaciones que tuvieron todo ese tiempo, menos aun el que sus propios gatos se la festinaran.

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